He de decir que me sentí un poco intimidado al ver que la
mayoría de las personas que iban llegando a escucharme pertenecía a una franja
de edad de entre cincuenta y sesenta años, es decir, personas con una
experiencia de vida más dilatada que la mía, y, por tanto, más cosas
demostradas. Personas que han recorrido un camino que yo aún no, y han llegado
enteros, y lo que es más importante, con la curiosidad intacta.
Últimamente he venido reflexionando mucho sobre el tema de
la territorialidad, porque me parece que encierra el Quid de la cuestión creativa. Sobre él centré mi conferencia.
Partiendo de la base de que hay dos maneras de acometer
cualquier tarea que nos encomendemos, una desde la experiencia y otra desde lo
nuevo, subrayé que la primera se caracteriza por la territorialidad, es decir,
por el estar aposentado en la “zona de confort”.
Un ser creativo no es un ser territorial. Su territorio, por
llamarlo de algún modo, es el camino, el avance. Su territorio es el riesgo.
Si reflexionamos en el significado de la expresión “estar de
vuelta”, reparamos en que eso que tradicionalmente se ha enarbolado como que ya
nada nos sorprende, por tanto identificado con la sabiduría, es en realidad la
sepultura de nuestro camino, de nuestra inspiración.
Nosotros, los que nos vemos empujados continuamente a
inventar nuevas maneras de plantear las cosas, nos definimos por estar, ya para
siempre, “de ida”.
Todo consiste en no ceder a la tentación, ficticia por lo
demás, de tratar de desterrar la incertidumbre de nuestras vidas. La
incertidumbre es la única puerta que posee lo nuevo para colarse. Asumir la
incertidumbre como uno de nuestros motores es la garantía de que vamos a contar
con un tránsito permanente entre la zona de nuestro interior en la que nace lo
nuevo y nuestra zona mental, encargada de consignarlo, de convertirlo en obra.
Por esta razón, una persona creativa es siempre una persona
con coraje. No existe otro camino.
La conferencia fue un éxito. Al finalizarla varios de los
asistentes vinieron a estrecharme la mano y a felicitarme ¡Incluso a
preguntarme algún detalle para redondear las notas que habían estado cogiendo!
Vi en ello que se iniciaba la segunda etapa de TPCreativo. Fue totalmente
revelador para mí que personas cuya labor se centra en la venta encontraran en
nuestros postulados una manera de enriquecer su trabajo, que es tanto como
decir su vida. Fue la demostración fehaciente de que, efectivamente, si nos
remontamos lo suficiente hacia la raíz de toda tarea humana, encontramos un
espacio común, y es, por tanto, posible, intercambiar entre nosotros
información útil para todos.
Jordi Díez, escultor diletante
Centelles 2/4/2013