ἐπιτελέω

La reflexión que sigue a estas líneas es el intento de poner por escrito -y en un cierto orden, si es que el tema mismo lo permite- las ideas que han ido surgiendo en el transcurso de improvisadas conversaciones con mi compañero de trabajo e inquietudes Jordi Miralpeix, participante en este blog bajo el seudónimo de Irim.lux; acicate de la reflexión y único responsable de que ésta se materialice, solidificándose de un modo más perenne que el efímero existir de la palabra hablada. Lo que aquí será dicho ha de ser tomado como un mapa de rutas; una multiplicidad de encrucijadas y superposiciones en diferentes planos que, en interconexión, solo podrán ser apuntadas y, si se tercia y anima a ello, desarrolladas en posteriores intervenciones, en diálogo con los otros participantes de este interesante proyecto. El tema no es baladí: el acto/acción creativa; en ello, de algún modo -y como ya ha sido apuntado en algunas intervenciones de este blog-, se nos habrá de mostrar la singularidad del humano que somos. No es pues un simple hacer que pueda ser yuxtapuesto a un mismo nivel que otros quehaceres humanos sino, más bien, aquello por lo cual el humano –y, con él, el mundo mismo- llegan a ser aquello que son. Así, la pregunta por la creación no puede ser formulada –ni, por tanto, esclarecida- desde los mismos parámetros en que lo son cualquiera otra realidad humana en el modo del habitar: por la desorientación del preguntar, tal vez obtengamos respuestas, pero jamás  esclarecimientos. Si, en último término, toda respuesta pretende, de algún modo, el resultado de hacernos el mundo habitable insiriéndonos en él, habremos de asumir que con el esclarecimiento pretendido nos veamos impelidos inevitablemente a la inhabitable  exterioridad del mundo: el creador es, pues, un extraño, un desubicado –de allí sus visos de genialidad-. Creación, fundación, génesis; en último término: origen. Todos ellos apuntan a un horizonte primigenio, auroral, más allá del cual no hay lo mismo –puesto que “lo mismo” es lo de aquí, el mundo, la presencia de lo presente- sino “lo otro”; no “presencia” sino “pre-esencia”. A este “mas allá” apunta algunos de los conceptos que han ido surgiendo en las diversas intervenciones del blog: proceso (del latín pro-cessus; “marchar-hacia”), método  (del griego μέθοδος, μεθα-ὁδός; “mas allá-camino/viaje/modo de vida”). Cómo ha de ser entendido este “pre”, “pro”, “meta”, este “otro” que nos insinúan las palabras,  es, de hecho, el núcleo vertebrador de nuestro mapa de rutas; de él, y con respecto a él, surgirán cuestiones inevitablemente relacionadas, como son la relación entre creación/cotidianidad/investigación; creador/humano/filosofo; caos/génesis/cosmos. También será a partir de él que se podrá explicitar la función –yo diría misión- del creador con respecto al mundo mismo y a la sociedad; su obra como dinamizadora y transformadora de lo dado, mediante su carácter de cisura y  desencaje: la obra de arte, en su ser creada, de algún modo destruye al mundo mismo insertándose en él al modo de un punto de fuga, al modo de un desagüe a través del cual el todo se escuela desestructurándose, un agujero negro, una singularidad cósmica; incluso la oposición objeto/sujeto, tan cara a la modernidad desde su acto fundacional en el cogitare cartesiano, se diluye en la evanescencia de la vivencia estética. Pero ahora ya, en estos momentos, mi decir es acelerado, desbocado. Pido, pues, disculpas y regreso al núcleo: el “mas allá” del “pre/pro/meta”. Como ya he dicho, solo son una indicación; nos orientan en una dirección –un hacia-, pero, por ellos mismos, son vacíos, vacuos. El contenido, si lo llegan a tener, les viene de aquello desde lo cual son indicación; y el desde a partir del cual la creación se realiza en su dejarlo atrás es el mundo, la estructura reticular de significación y sentido en la que el hombre habita en su cotidianidad (ya decía Zubiri que la distinción fundamental entre el humano y el resto de los seres vivos es que estos simplemente interactúan con un medio físico y aquel habita un mundo). Es por eso mismo que, si queremos esclarecer el carácter de lo artístico, en primer lugar es imprescindible dejar claro qué es eso que llamamos mundo y, que en nuestro habitarlo, nos singulariza como humanos respecto a los otros seres vivos. Si estos se caracterizan y se dejan explicar por el simple mecanismo relacional inmediatizado de interacción estímulo/respuesta frente a las modificaciones físicas del medio, el humano se caracteriza por la inevitable necesidad de mediatizar su relación con el medio a través de la inserción de una totalidad de significación; una red simbólica de sentido en la que toda entidad es aquello que es en su interrelación con todas las demás. El humano es esencialmente un ser simbólico porque es con ellos con lo que inmediatamente se relaciona; es en ellos donde habita; y, a través de (y mediante) ellos que alcanza, desde la distancia, al medio. Es este mediador simbólico aquello que llamamos mundo, y donde inmediatamente habitamos. Así, el preguntar cotidiano por el carácter de cualquier entidad intramundana consiste -y se resuelve- en el encontrar su ubicación y relación con las demás entidades que, a modo de nudos, tejen la totalidad de la red simbólica que el mundo es. Si aquello que a lo artístico le compete –y, con ello, al artista y a la obra- se caracteriza por un “mas allá” de lo mundano –una cierta exterioridad-, el preguntar sobre él no podrá ser resuelto ubicando lo artístico en relación con esta o aquella entidad (realidad simbólica) sino, mas bien, con lo ente en su totalidad (con el mundo como totalidad reticular simbólica), con el simbolizar mismo. Así, el creador y su creación, en su acción creativa (el artista y el arte, si se quiere) se nos muestran como seres esencialmente fronterizos. Solo desde este posicionamiento epitélico de lo artístico respecto al mundo puede ser esclarecida la cuestión sobre el carácter de la acción creativa.

Pau Albors

1 comentario:

  1. He leído este texto varias noches.. y aún sigo... por su posicionamiento y enfoque... por el destello que me provoca la luz reflejada en su hoz al desplazarse... y ver como caen todas esas hierbas tan incrustadas, trenzadas, desaliñadas... fruto de años, quizá siglos de riego automático... de control y libre expresión. De miedo a lo desconocido y a cubrirlo bajo parámetros controlables... asequibles e imaginables... humanizados... si! sobretodo... humanidad, bajo reglas con historia pautada.
    El estudio es para avanzar en acción, en espacio y tiempo... en control enfocado. El estudio no sirve para encontrarte... porque... ya eres. Y eres lo que eres... no lo que es el otro... ya que no lo conoces, conocerás quizá, con riego automático... pero lo que se tiene que ver es lo que ha dejado la hoz... y sigue en pie.

    irim.lux

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